lunes, mayo 14

Empate frente al D.Alavés (1-1) para sellar la permanencia





Misión cumplida en El Malecón. Un empate en la agonía y la derrota del Palencia C.F. en Logroño, salvaron a la R.S.Gimnástica de la promoción de descenso. La desesperación ha ganado muchas batallas como esta. Y es que el equipo blanquiazul lo ha vuelto a hacer. Fiel a su idiosincrasia, vive caminando sobre un fino alambre, y como los antiguos espartanos, no entiende la vida sin el peligro. Lástima que el resignado seguidor gimnástico, que ayer abarrotó las gradas, no pueda opinar de la misma manera, siempre con el corazón en vilo, a punto de saltársele del pecho.

En la tarde de los teléfonos móviles, con los sentidos oscilando entre el césped e Internet, el equipo local cumplió con el guión de la épica sin el que parece que la vida no tiene sentido para él. Le bastaba al conjunto de Gómez con no salir derrotado siempre que la U.D.Logroñés derrotase al Palencia C.F. Los de Las Gaunas cumplieron con su cometido pronto, dejando a la R.S.Gimnástica en una situación favorable.

Bastaba con no dejarse marcar para superar el escollo. Pero no ocurrió así, era demasiado sencillo, muy simple. Así pues, en una de las primeras aproximaciones serias a la portería local, se adelantó el D.Alavés. Una locura, sí. Pero es que así es este equipo que encandila por todo ello.

Con El Malecón luciendo como nunca, con el graderío casi lleno, todo azul y blanco, el equipo de Torrelavega afrontó los primeros minutos del partido con muchas ganas y no menos ansiedad.

Sus acciones, voluntariosas y frenéticas, hacían ruido pero eran poco efectivas. No obstante, servían para avisar a su rival y dejar claro a los aficionados que la voluntad no era otra que luchar por sacar adelante el partido. De esta forma, los futbolistas blanquiazules se ofrecieron constantemente y no se arrugaron, pese a no acertar en sus acciones. Las primeras dos ocasiones las tuvo Víctor Sánchez a balón parado, con un primer lanzamiento de falta que despejó de puños Rangel y un segundo algo más corto al que no llegó Siro. Apretaba en estos minutos la R.S.Gimnástica, cuyas acciones animaban al optimismo.

Nando, con un lanzamiento que se fue muy alto tras recoger un rechace, y después Siro, quien remató fuera un saque de esquina, seguían con el plan trazado de acoso y derribo al oponente. La fortuna, que a veces le gusta ponerle obstáculos en el camino a la R.S.Gimnástica para probar su fe, hizo de las suyas y en la primera acción ofensiva del Alavés con cierto criterio, castigó a las esperanzas de los locales con un chupinazo desde fuera del área de Meza al que no pudo llegar, pese a su estirada, Iván Crespo. El tanto cayó como una losa sobre los locales, que vivieron sus peores minutos desde entonces hasta el descanso. Rostros de desesperación y rabia en unos jugadores que no se creían merecedores de semejante castigo.

Como a veces en la vida hay que saber luchar no solo sin miedo, sino también sin esperanza, los blanquiazules volvieron al campo con la determinación de conseguir el empate o nada. Prisioneros de su obsesión, los gimnásticos se aferraron a su fuerza y volvieron a la carga. Con más fe que buen juego, en una de las llegadas por la izquierda, Víctor Sánchez puso un balón en el área y Javi, que entró en el segundo palo, chutó con toda su alma y alojó el balón en la portería. Entonces, el éxtasis. Y a partir de ese momento, el sufrimiento.

Supo manejar la R.S.Gimnástica su renta y centró todas sus fuerzas en defenderse de las cada vez menos acertadas acciones ofensivas vitorianas. El equipo fue a partir de ese momento, y hasta el final un manojo de nervios. Cada aproximación al campo local del oponente causaba verdadero pavor en una grada que miraba el reloj y que deseaba más que nada en esta vida el final del partido.

Presa de ese estado de contagiosa excitación, Mario vio la segunda amarilla y fue expulsado, pero ese contratiempo no supuso un serio obstáculo para un equipo que se encuentra como en casa cuando tiene que hacer frente a situaciones así, que a cualquiera lo dejarían para el psiquiátrico, pero este club y el aficionado gimnástico lo sabe en sus 104 años de historia.

Al final, el árbitro tocó el silbato y llegó el momento de la alegría. Los aficionados saltaron al campo, los jugadores se abrazaron y el banquillo corrió directo a reunirse con sus compañeros. Se había conseguido, todos los sinsabores de las últimas jornadas y los puntos perdidos en el último minuto y la amarga hiel del sufrimiento se esfumaron y todo fue un final feliz

La R.S.Gimnástica de Torrelavega la temporada que viene cumplirá 105 años de historia y lo hará en la Segunda División “B”.

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